CIENCIA Y DIOS. ¿Son incompatibles?

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CIENCIA Y DIOS. ¿Son incompatibles? La ciencia busca las causas de todo. ¿Por qué no la del Universo?              ………………………
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CIENCIA Y DIOS. ¿Son incompatibles? La Creación, una respuesta-creencia.                            …………………………..

CIENCIA Y DIOS. ¿Son incompatibles?

 ¿Puede el científico dar una respuesta científica sobre el origen último del Universo?

Algunos creen CIENCIA Y DIOS SON IMCOMPATIBLES. Incluso afirman que para ser un buen científico hay que ser ateo. No sé qué palabra elegir para calificar esa actitud sin herir a quienes la defienden. La menos ofensiva sería decir que su mirada se queda muy corta. Es más, diría que es contradictoria.

 Me explico. Todos, todos sin excepción, pasamos la vida aplicando el principio de causalidad. Y lo aplicamos en todas las dimensiones de nuestra vida. Constantemente buscamos la causa de cada acontecimiento. No sólo buscamos la causa de un incendio o la causa de la caída de los cuerpos o la causa de un dolor de cabeza. Preguntamos también el porqué de nuestras acciones voluntarias. Preguntamos a otros por qué hicieron esto o aquello. El juez pregunta al reo por qué cometió su delito. El médico busca la causa de la enfermedad. La Etiología es un parte muy importante de la medicina.

Vayamos al científico. El principio de causalidad es el base fundamental de todas las  formas del método científico. Busca siempre la causa de cada fenómeno que estudia. Conocer la causa es el objetivo más esencial del conocimiento científico.

Dentro de esa necesidad humana de conocer los orígenes de cada acontecimiento está el deseo de conocer el origen último de la vida. Está el deseo de conocer origen del hombre y del Universo entero. Y es ahí precisamente donde el científico y el creyente se encuentran frente a frente.

El científico actual tropieza con muchos porqués que aún no sabe responder y que espera hacerlo algún día. Porque pudo responder ya a muchas preguntas y problemas, cree y espera que podrá seguir respondiendo sin límite a todos los problemas que se le planteen sobre el Universo, la materia, la vida, etc.

¿Pero se puede calificar de “científica” esa esperanza?

En cualquier caso, tiene ante sí la gran pregunta que el ser humano se viene planteando, seguramente desde que existe como tal: ¿Cuál es el origen último de todo lo que existe; el origen primero del Universo entero, dentro del cual existimos los que planteamos esa pregunta. Y esta pregunta no espera a que la ciencia, esa ciencia sabelotodo y alcance una respuesta verdaderamente científica y definitiva.

Y no puede esperar, porque es una pregunta que necesita respuesta en la vida de cada ser humano para poder tener un sentido de totalidad. Nadie se resigna a vivir y morir sin una respuesta concreta a esa pregunta. Es una pregunta urgente; una pregunta que apremia. Y, sin embargo, la ciencia  nunca estuvo en condiciones de responderla científicamente. Y sigue sin estarlo.

De tal manera es así que las respuestas que hasta ahora han dado aquellos científicos, que se proclaman ateos, no pasan de ser meras creencias.

Y la respuesta de aquellos que dicen ser agnósticos (lo cual está muy de moda en nuestro Occidente) no pasa de ser una negativa a dar una respuesta concreta, lo cual es otra forma de confesar la incapacidad de la ciencia para darla.

Ante la urgencia de dar una respuesta a la pregunta por la causa última del Universo y ante la incapacidad de la ciencia para dar una respuesta científica, sólo queda una salida: la creencia. Creer una cosa o creer lo contrario. Creer que hay un Principio Último, una Causa Primera no causada por nada, un Ser Absoluto y Eterno; o creer que nuestro Universo no fue causado por nada distinto a él mismo y, por tanto, creer que es eterno, a pesar de todos sus movimientos y cambios internos, que no parecen compatibles con esa eternidad. Es decir, un Universo que se creó a sí mismo o un Universo autosuficiente, como dice S. Hawking. Es decir, que se creó a sí mismo antes de existir en el tiempo.

Entonces yo pregunto: ¿Qué es más razonable o más acorde con la razón humana y su esencial principio de causalidad: creer en una Causa Primera (como quiera que se le llame) o renunciar a seguir aplicando ese principio precisamente en ese momento culminante del preguntar humano?

Cada uno puede elegir. Nadie puede demostrar al otro la verdad de su creencia. Nadie puede demostrar que Dios existe. Pero, ¡ojo!, tampoco nadie puede demostrar que no existe y esto no se suele tener en cuenta, fomentando la creencia de que es más científico ser ateo que ser creyente. Tan creyente es el que se confiesa “ateo” como el que se confiesa “creyente”. No entro aquí en la problemática que conlleva el concepto mismo «ateo». Lo analizo en otros escritos.

El ser humano es un creyente por naturaleza. Vive de creencias todos los días de su vida. Vive de creencias que confiesa y vive de creencias y mitos que no confiesa e incluso que él mismo ignora que las tiene; o mejor dicho, que le tienen, como diría Ortega y Gasset.

No voy a extenderme aquí sobre las clases de creencias de las que vive cada ser humano: creencias existenciales (mitos inconscientes), creencias científicas (postulados, axiomas), creencias políticas (ideológicas), creencias religiosas. Las desarrollo en otras publicaciones.

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