La muerte es un tema universal

LA MUERTE es UN TEMA UNIVERSAL

 

Solo los vivos hablan de la muerte.
Nadie puede hablar de ella por propia experiencia.
Sólo podemos contar con la experiencia de la muerte ajena.
Tememos la muerte. Sin embargo, indirectamente, la deseamos.[1]
(Avelino de la Pienda)

 La muerte es un tema universal, que el ser humano intenta comprender y analizar en sus distintas religiones y culturas. Tiene muchas respuestas, pero ninguna es capaz de suprimirla. Es ley de vida.

ÍNDICE 

INTRODUCIÓN

El mito del Gran Tiempo como creencia básica que condiciona la visión de la muerte en las distintas culturas.
La muerte en la Biblia y el cristianismo.
El Juicio Final cristiano católico
La muerte en la cultura-religión egipcia. El Juicio de Osiris
Poesía de Sta. Teresa de Jesús
Copla de Jorge Manrique a la muerte de su padre
El peral de la miseria
Mi visión de la muerte

 

 INTRODUCIÓN 

El tema de la muerte es clave en todas las religiones y culturas. Es tratado en todas las formas literarias que crea el ser humano. Se analiza en la Filosofía. Todos o casi todos los filósofos de Occidente le ha dedicado alguno de sus escritos. Se trata en la poesía, en la novela, en las distintas artes como la pintura, la arquitectura, la escultura, la música. Tiene ritos en todas las religiones.  En la cultura egipcia, por ejemplo, es tan importante que se la puede calificar de “cultura de la muerte”. Es un tema que se aborda desde distintas ciencias: la medicina, la psicología, la sociología, la filosofía o la Antropología Cultural.

 

La forma de entender la muerte es decisiva para interpretar el sentido de la vida de cada uno. Nadie se puede zafar de pensar en ella. Se presenta ante nosotros diariamente, aunque no queramos hacerle frente.

En este ensayo, la abordaré principalmente desde la perspectiva de la Antropología Cultural; una ciencia muy reciente, que cada vez tiene más fuerza en distintos curricula universitarios: medicina, sicología, magisterio, historia, lingüística, etc. Se trata, por tanto, de una perspectiva científica.

 No es razonable tener miedo a hablar de la muerte. Es un elemento fundamental de la vida. La vida no se puede entender integralmente, si no se tiene en cuenta este tema que forma parte de su misma esencia. De nada sirve querer huir de ella.

Entiendo que el miedo o temor a morir es mucho más llevadero, si nos atrevemos a tratar el tema sin tapujos ni subterfugios. Es verdad que puede cogernos por sorpresa, pero en la gran mayoría de los casos se la ve venir. Es cuando da tiempo a pensar y cuando nuestra reflexión previa puede ser muy importante, para afrontarla con serenidad.

Hay que tener en cuenta que no se muere igual en las tradiciones bantúes negroafricanas que en el cristianismo o en el hinduismo. La muerte física es la misma, pero las creencias que la rodean en cada caso pueden ser muy diferentes. Éstas le dan un sentido u otro y, por tanto, dan también un determinado sentido a la existencia que la precede. Entre las creencias más determinantes, si no la más, está la visión que se tenga del Gran Tiempo.

 

El mito del Gran Tiempo como creencia básica,
que condiciona la visión de la muerte en las distintas culturas

En mi libro El mito del Gran Tiempo identifico y analizo tres visiones fundamentales del Tiempo en cuanto modo de transcurrir la existencia del universo y de la existencia humana: la lineal, la circular y la simultánea. [2]

El sentido de la vida y de la muerte depende de la concepción del Gran Tiempo de cada religión y cultura. Llamo “Gran Tiempo” a la visión del tiempo global de la existencia humana y del Universo. Se trata de una creencia radical o mito de la que vivimos sin darnos cuenta y que marca el sentido que damos a la vida y a la muerte.

En el estudio que he hecho de este mito en distintas culturas he llegado a la conclusión de que existen tres formas de ver el Gran Tiempo y, por tanto, de ver el sentido último de la muerte personal de cada uno.

Hay lo que se llama una visión lineal del Gran Tiempo. Como ya explico en mi libro citado sobre este tema, es de origen bíblico. Sólo se da de manera expresa, en las religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo, islam y marxismo. En otras, como en la religión de Zaratustra por ejemplo, se puede deducir por cuanto no habla expresamente de una visión circular con repetición de Universos y existencias humanas de una misma persona. Tras la muerte, se cruza el puente Cinvat y se va al Cielo o a un infierno provisional.

En esta visión del tiempo, se muere una sola vez. Por tanto, el destino en el Más Allá depende de la única existencia que hayamos tenido. En ella se decide definitivamente nuestra eternidad, si es que creemos que hay vida tras la muerte y que habrá un premio o castigo de acuerdo con nuestras buenas o males obras en esta vida.

Aquí tienen pleno sentido el dicho carpe diem de Horacio o el “cada día tiene su afán”, que se recoge en el evangelio de Jesús. Cada día es una ocasión para nuestra conducta buena o mala, que ya no se repetirá y que será imborrable en nuestra biografía. El tiempo perdido es irrecuperable. La muerte, en esta visión, puede parecer terrible. Ya no habrá retorno a la vida con familiares, amigos y demás cosas queridas.

En el judaísmo y el cristianismo se recurre a la idea de redención, para borrar de la propia biografía moral los pecados o malas obras. Un “cordero inocente” pagará por las consecuencias de los pecados de los demás.

Tenemos también la visión circular del Gran Tiempo. En ella, todo se repite: los universos y las distintas existencias de cada uno. De ahí la creencia en la reencarnación, como en la doctrina de Platón, en el hinduismo o el budismo. Además, es la más común entre las religiones antiguas, excepto en las bantúes negroafricanos.

Según esta visión, lo que en principio más preocupa no es la muerte como tal, sino la nueva reencarnación y en qué forma de existencia se va a tener. Queda la esperanza de reencarnarse en el nacimiento de un nuevo miembro de la familia o en un cargo importante de la sociedad.

Hay la posibilidad de no tener que volver a reencarnarse cuando, en el global de una existencia, las obras buenas predominan totalmente sobre las malas.

Aquí no cabe la idea de redención. Cada uno ha de redimirse a sí mismo a base de repetir existencias. En la rencarnación está el “infierno” de cada uno por las malas obras.

Hay una tercera visión del Gran Tiempo: la visión simultánea del “tiempo temporal” de esta vida y del” tiempo eterno” en la del Más Allá. Los que mueren no se van a un “lugar” lejano, como dan a entender las visiones lineal y circular del tiempo. Entre los cristianos es frecuente la imagen de algunos que miran hacia el cielo (hacia arriba) como dirigiéndose a Dios o un ser querido, que suponen está en un espacio lejano. El Cielo, el Infierno o el Purgatorio no están en este mundo. Sus habitantes están lejos de nuestras vidas cotidianas.

Sin embargo, en la visión simultánea del tiempo, es importante destacar la convivencia entre el que llaman “muerto viviente” y sus familiares que siguen en este mundo. Incluso tras la muerte reservan, durante una temporada, un asiento a la mesa cuando hacen comidas familiares. El difunto vive junto a sus seres queridos mientras quede alguno en esta vida que le recuerde. Su tiempo en el Más Allá es simultáneo al de los que quedan en el Más Acá. Y la muerte no se acaba con el entierro del difunto. Es un proceso que puede durar años. Dura mientras existan descendientes que lo recuerden. Durante ese período, a los difuntos se les llama “muertos vivientes”.

Cuando ya no quede ningún familiar que recuerde al difunto, éste termina de morir. Su espíritu pasa al mundo de los espíritus, que viven en un estado más próximo al Espíritu Supremo o Dios.

En ninguna de estas tres visiones de la muerte se da el caso de que alguien haya muerto y pueda después comunicarnos su experiencia de la muerte. Ni siquiera en el caso de la reencarnación. Las almas al reencarnarse no tienen el recuerdo de cuál fue su encarnación anterior. Ni siquiera nos pueden hablar de cómo fue su período de vida en el Más Allá entre encarnación y encarnación. Si hubiera sido en una hormiga, tendría que recordar cómo fue su experiencia como hormiga. Parece, sin embargo, que no es el caso.

 

La muerte en la Biblia y el cristianismo

Estas escrituras sagradas presentan una visión negativa de la muerte. Esa visión tiene su origen en  el mito del Paraíso Original[3]. Originariamente el hombre fue creado como inmortal. Tenía el don “preternatural” de la Inmortalidad, dice la teología católica. El creador suspendió sus leyes biológicas para el resto de los seres vivos en el momento de crear al hombre como un ser vivo más.

Este don, al ser preternatural (más allá de lo natural), deja claro que el hombre, por naturaleza, es mortal, como todos los demás seres vivos. Sin embargo, ese don lo pierde por culpa de un pecado suyo. Muere como efecto o castigo de su Pecado Original.

A esta visión negativa de la muerte se añade la necesidad de un Redentor. Pecado y redención en la Iglesia CatólicaPara los cristianos, ese Redentor es Jesús de Nazarez. Con su muerte nos redime de las consecuencias morales del primer pecado, pero no nos devuelve la inmortalidad que hemos perdido.

No obstante, con su muerte en la cruz, ha dado un sentido positivo al hecho de tener que morir, según la teología citada. Se dice que Jesús venció a la muerte. La historia de los mártires cristianos confirma la fuerza de esa creencia. Estos mueren antes que negar su fe en Jesús. Su fe es más fuerte que la muerte.

Sin embargo, el miedo a morir entre los cristianos se puede constatar a diario. He sido testigo de cómo un sacerdote temblaba ante el hecho de su muerte inminente por causa de un cáncer. Tal era su miedo que incluso acudió a un curandero.

 

LA-CRUZ-CRISTIANA-595x416 La muerte es un tema universal
La muerte es un tema universal.                                         La cruz cristiana, símbolo de muerte y resurrección         ……………………………

 

 

Sin embargo, ante el hecho de la evolución de los seres vivos, como ya explico en otros escritos, el mito del Pecado Original ha perdido todo su significado. Si el hombre surge por evolución de alguna especien homínida anterior, todo el relato bíblico de la Creación pierde su sentido tal como está redactado. Ni existieron Adam y Eva ni hubo un pecado original ni tampoco la supuesta inmortalidad originaria del ser humano.

Sólo nos queda aceptar que nuestra muerte es parte esencial de nuestra vida, igual a como sucede en los demás seres vivos. Es ley de vida.

 

El Juicio Final cristiano católico

Es un juicio universal en el que Jesús de Nazarez, en cuanto Dios, juzgará a toda la humanidad. En él, como en los Juicios Finales de otras religiones, se juzgará a todos y cada uno de los hombres. Se sopesarán las buenas y malas obras y se decidirá el destino eterno (Cielo o Infierno) de cada uno.

No obstante, cada uno, al morir, ya recibe su propio juicio personal final, que será confirmado en el Juicio Final Universal, que tendrá lugar tras la Segunda Venida de Jesucristo. El mismo Jesús será el juez.

El criterio que seguirá para juzgar a unos y otros lo describe muy bien el evangelista Mateo (cp. 24 y 25). Cada uno será juzgado no tanto por su fe cristiana, como por el comportamiento que haya tenido con los más desfavorecidos de la sociedad, aunque no haya ni siquiera oído hablar de Jesús y su mensaje.

El texto es muy claro. Veámoslo una vez más:

Evangelio de San Mateo (25, 31-46). Dice así:

Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria con todos sus ángeles se sentará sobre el trono de su gloria. Todos los pueblos serán llevados a su presencia y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.  Entonces el rey dirá a los de su derecha:

“Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a verme”.

 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

 Y el rey dirá:

Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis[4]

 Luego dirá a los de la izquierda:

 “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no medisteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui emigrante y no me acogisteis, tuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

 Entonces, responderán también ellos: “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento o emigrante o enfermo o en prisión y no te asistimos?”

 Y él les contestará:

“Os aseguro que cuando no lo hicisteis con uno de esos pequeñuelos, tampoco lo hicisteis conmigo” .

 Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.

 

DESCENSO-A-LOS-INFIERNOS-CRISTIANO La muerte es un tema universal
La muerte es un tema universal.                                      Descenso a los infiernos o Limbo de los Justos no cristianos.  Jesús libera, tras su muerte y resurrección a los justos que han muerto antes de su venida al mundo. …………………………..

Con esta esta liberación del Limbo de los Justos termina el proceso de la muerte en la teología cristiana. A partir de ese momento, la estructura de ese proceso queda establecido según el siguiente esquema:

-Muerte
-Funeral y entierro
-Juicio final personal
-Tres posibles destinos del alma:
-Purgatorio provisional
-Cielo eterno
-Infierno eterno.

Juicio Universal tras la resurrección universal.

 

 

La muerte en la cultura-religión egipcia

 No es una exageración decir que la cultura egipcia es una “cultura de la muerte y el Más Allá”. Las sagradas escrituras de este pueblo, verdaderas obras de arte, hacen un gran esfuerzo para asegurar la sobrevivencia tras la muerte tanto del cuerpo (ka) como del alma (ba).

Para entender su visión de la muerte y el Más Allá en la religión egipcia, hay que tener en cuenta que su visión del hombre (antropología) es distinta de la griega a la que estamos acostumbrados. Para los griegos, en el universo de la vida, existen tres almas: vegetal, animal y racional. En el ser humano se dan las tres. Tras la cristianización de esta filosofía griega, con la muerte del cuerpo mueren también las almas vegetal y animal. Sólo sobrevive la racional o espiritual, porque es inmortal.

Para entender la visión de la muerte en la antropología egipcia, es necesario conocer de qué partes se constituye el hombre. Son las siguientes:

El cuerpo (ja). Es el conjunto de las partes del cuerpo humano.

El corazón (ib). Es la parte principal del cuerpo y sede de las emociones, los pensamientos y la conciencia. Es puesto aparte de las demás vísceras al embalsamar. Es lo que se pesa en la balanza de la justicia en el Juicio de Osiris.

El nombre (ren). Como en las culturas bantúes negroafricanas, el nombre no es algo superficial que se añade al ser de la persona, sino que forma parte del su ser mismo. Cambiar de nombre no es un mero cambio de una palabra. Cuando alguien cambia de estatus social como cuando es nombrado jefe de un clan, por ejemplo, su grado de ser aumenta y recibe un nuevo nombre adecuado a ese cambio.[5]

La sombra (shuyet). Era considerada como una imagen de la persona. Formaba parte de su individualidad.

La fuerza vital (ka). Es como un doble del individuo, que está siempre unida al cuerpo en la vida y tras la muerte. Por eso, tras la muerte necesita ser alimentada con ofrendas de comida y bebida, para asegurar su inmortalidad tras la muerte.[6] Era una parte del alma inmortal.

También aquí interesa recordar que en la filosofía negroafricana no existe el concepto de ser. El hombre no es un ser, como en la cultura occidental. Es una fuerza. Dios no es el Ser Absoluto, sino la Fuerza Absoluta.  Y, como toda fuerza, esa fuerza en el caso del ser humano no es algo inamovible. Puede crecer o disminuir según las circunstancias cambiantes de la vida del individuo y según su conducta.

El alma (ba). Es una fuerza anímica espiritual, que sobrevive a la muerte y define la “personalidad” del individuo. Se mueve libremente por ultratumba y puede visitar su cuerpo (ka) y también a los vivos. No tiene que ver con el concepto greco-cristiano de “alma”.

El espíritu humano ya glorificado (akh) en la vida eterna.

Esta compleja antropología conlleva una visión de la muerte que exige complicados ritos. Sólo los embalsamadores y los sacerdotes podían realizarlos.

En esta teología, la creencia en la resurrección es fundamental.

Tiene su modelo ejemplar en el hecho de la resurrección de Osiris por su hermana Isis. Los cuerpos se embalsaman precisamente para que la dimensión espiritual e inmortal del individuo lo pueda retomar algún día o resucitar.

Se daba por hecho la inmortalidad del alma y, también, la posibilidad de la recuperación del cuerpo después de un tiempo en el inframundo. Su gran preocupación no estaba en la muerte misma cuya realidad es inevitable. Estaba en el destino del alma después de ella.

Sin bajar a detalles en las distintas épocas de esta religión y cultura y sintetizando, se puede decir que hay un Más Allá por el que el alma tiene que recorrer superando múltiples y complicados peligros y obstáculos. En ese recorrido, no tiene capacidad para para guiarse por sí sola. Es guiada por Anubis, el dios de los muertos.

Según el Libro de los Muertos, ese recorrido tiene distintos momentos o etapas principales:

La primera consiste en el descenso al inframundo[7] (Duat)

En esta sección del libro citado, se describe el rito de la momificación, el hecho del entierro, el viaje al inframundo, la recuperación del habla y la del entendimiento del difunto. Tras la momificación se celebraban una serie de ritos y ofrendas a los dioses, para asegurar su bienestar tras la muerte. Todo este proceso constituía una preparación para la futura resurrección.

Tras esta primera fase, el difunto, ya en el inframundo (Duat) y en medio de la oscuridad, tiene que enfrentarse a una serie de obstáculos y trampas para poder seguir adelante. Después de superarlos, pasa al Juicio de Osiris[8].

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El ANKH, símbolo de vida, inmortalidad y energía. Lo portan varias divinidades

El Juicio de Osiris

Se trata de un Juicio Final de carácter individual. Es un tema central en la teología egipcia, parte esencial de su teología de la inmortalidad del ser humano en el Más Allá.

El difunto tiene que recitar lo que se llama la “Confesión Negativa”. Se trata de 42 mandamientos, pero formulados de forma negativa. Al recitarlos, él mismo juzga su propia conducta diciendo cuál de ellos había cumplido y cuál no.

Se trata de todo un código de moralidad, parecido al de Hammurabi o al de los 10 mandamientos de la Ley de Moisés o al de los 613 de la Torá de los judíos.

En este juicio, el corazón del difunto se ponía en un platillo de la balanza y, en el otro, la pluma de Maat, diosa de la justicia y de la armonía universal. Si el corazón pesaba más que la pluma, era entregado al demonio Ammit, que lo devoraba y aniquilaba. Si pesaba menos, el difunto tenía abiertas las puertas de una vida feliz y eterna en el Cielo o Aaru.

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La muerte es un tema universal.                                                                                                                  El JUICIO DE OSIRIS, elemento clave en la visión egipcia de la muerte.          ……………………………..

 

Personajes clave en el Juicio de Osiris:

-Los 42 Jueces Divinos: Conocidos como los «Jueces de Maat», que participan en el juicio.

-Osiris: El dios del inframundo y el juicio, presidiendo el tribunal.

-Isis: La esposa y hermana de Osiris, presente en el juicio.

-Anubis: El dios chacal, que pesa el corazón del difunto en la balanza.

-Maat: La diosa de la verdad, la justicia y la armonía, representada como una pluma que sirve de contrapeso en la balanza.

-Ammyt: Un ser monstruoso con cabeza de cocodrilo, patas de hipopótamo y cuerpo de león que se espera para devorar el corazón del difunto, si no supera el juicio. Es el demonio egipcio.

-Thot: El dios de la escritura y el registro, que documenta el juicio.

-Horus: El hijo de Osiris e Isis, que presenta el alma ante Osiris.

El Paraíso o Campo de los Juncos tiene carácter material-espiritual. En él se vive una vida muy similar a la que viven los egipcios en la tierra. Comen, beben, cultivan en las riberas del Nilo, celebran fiestas, etc.

Como en la teología de Zaratustra, en la egipcia no hay un infierno eterno.[9] El inframundo con sus sufrimientos y lucha por superar los obstáculos y seguir adelante hacia el momento del Juicio de Osiris es sólo un estado de tránsito. El difunto cuyas obras malas pesan más que las buenas es aniquilado. No tendrá ninguna forma de vida eterna.La clase sacerdotal egipcia y su gran poder

 

 Visiones positivas de la muerte

Poesía de Teresa de Jesús

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

 

Copla de Jorge Manrique a la muerte de su padre

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir;
allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir;
allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos,
y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.

La copla recuerda la visión de la muerte -en el estoicismo: el logos personal se reintegra al Logos divino y la del sintoísmo: el te personal se reintegra en el Tao divino.

  

El peral de la miseria

(Tema: Alargar la vejez sin la muerte sería insoportable)

Allá, por los tiempos que pertenecen a la historia antigua, y en un pueblo cuyo nombre no viene al caso, vivía una vieja, muy vieja y muy pobre, tan pobre, que necesitaba mendigar de puerta en puerta el cotidiano sustento, albergándose en una choza fuera del poblado, cuya propiedad nadie reclamaba, porque los gastos de reparación hubiera importado más de los que valía la finca.

 

LA-MUERTE.-El-peral-de-la-miseria-3-595x347 La muerte es un tema universal
La muerte es un tema universal.                                          La Muerte visita a la Miseria. Aquí su choza, su peral, su perro y la Muerte.                                                          …………………………

Ninguno de los habitantes del país sabía la procedencia de aquella mujer, ni se tomaba el trabajo de averiguarla. Conocíanla todos por la Miseria, y, a cambio de algunos mendrugos sobrantes, se divertían con ella, convirtiéndola en el hazme reír de los mayores y en el espantajo de los chiquitines.

La mísera vivienda tenía a la espalda un pequeño huerto, completamente estéril, por  falta de brazos que lo cultivaran, pero en cuyo centro alzábase un árbol de extraordinarias proporciones, el ejemplar más hermoso de la creación, si se exceptúa el célebre manzano  del Paraíso: Era un peral, de fruto tan abundante como sabroso, que compartía con un perrito, bastante feo por cierto, los únicos goces terrenales de la pobre anciana, y originaba, a la par, sus no flojos disgustos, cada vez que los grandullones del pueblo atormentaban al uno o se comían fraudulentamente los frutos del otro.

¡Cuántas rabietas costaron a la Misera aquellas benditas peras!

Una noche en que la nieve caía a capazos, poniendo los caminos poco menos que intransitables, hallábase la vieja junto al hogar, pegándose un calentón, cuando llamaron a su puerta y una voz suplicante murmuró estas palabras:

¡Por el amor de Dios, socorred a un infeliz que se muere de hambre y de frío!

La miseria acudió solícita en auxilio del forastero, franqueándole la entrada, y ofreciéndole el calor de la lumbre y los frugales alimentos que guardaba de reserva, para desayunarse al día siguiente.

No contenta con esto, cedióle su propia cama; desprendimiento que le costó dormir sobre el propio suelo, envuelta en su mugriento mantón, y teniendo por cabecera el montoncillo de paja que servía de lecho al can, su inseparable compañero.

No bien entró por las rendijas del mal unido techo la primera luz del alba, estiró sus entumecidos miembros y se puso en pie con ánimo decidido de salir en busca de una limosna, que le permitiera atender a las apremiantes necesidades de su huésped; pero éste, que se levantaba también, adivinando su intención, la detuvo oportunamente, preguntándola:

-¿Dónde vais, buena mujer?

-Al pueblo; vuelvo enseguida.

-Es inútil; no os fatiguéis por mí. A vuestro regreso, estaría ya muy lejos. Mi misión ha concluido; y he de volver cuanto antes al lado de mi amos y señor.

Y, como la vieja le mirara con ojos espantados, añadió:

-Yo no soy lo que aparento. Ved em mí a San Perfecto, enviado por el Dios de los cristianos, para fiscalizar en qué forma practican acá abajo la virtud, por Él practicada, de la Caridad. Y, hablándoos con franqueza, os confesaré que entre los poderosos de la tierra no he encontrado la espontánea y cordial acogida, que me habéis dispensado vos. Para que compadeciera sinceramente mi desgracia, me ha sido preciso llamar a la puerta de una persona más desgraciada que yo. ¡Dios os lo compensará! Pedid los que gustéis; en su nombre os garantizo que se realizará vuestro deseo.

-¡Oh, santo mío! Al ofreceros lo poco de que dispongo, no me guiaba interés alguno.

-Por esto, vuestra acción es más meritoria. Pedid sin escrúpulo; todo os será concedido. ¿Queréis honores, riquezas? ¿Un título de duquesa? ¿una corona de reina?

-¿Para qué? ¡si estoy ya con un pie en el otro mundo! Os agradezco la oferta; pero…

-Pensad que, rehusándola, ofendéis a vuestro Señor, quien tomará muy a mal el desaire.

La Miseria quedose pensativa; nada en aquel momento se le ocurría pedir.

-Pues bien, -balbuceó al cabo, viendo la impaciencia de su interlocutor, -ya que forzosamente lo exigía, sea. Yo tengo en mi pequeño huerto un peral muy hermoso, de cuyo fruto apenas me aprovecho, porque los mozos de la comarca se lo comen, antes de que esté en sazón. Concededme la gracia de que los que suban a mi peral, grandes o chicos, no puedan bajar de él sin mi expreso consentimiento.

-Amén, -respondió el santo, riéndose de la sencillez de la vieja; y, después de echarle su bendición, desapareció como por encanto.

Desde entonces la situación de la mendiga fue mejorando gradualmente; tanto que su colecta  llegó a proporcionarle un relativo bienestar, que ella atribuía a la protección de San perfecto, afirmándola en este convencimiento la circunstancia de que nadie se acercaba ya, con mala intención, al famoso peral.

¡Calcúlese cuál sería el desconsuelo de la Miseria, que le había ido cobrando mucho apego a la vida, el día en que se le presentó la Muerte, intimándole la orden de que la siguiera!

-¡Tan pronto! -arguyó en son de reproche; -¡si no he cumplido todavía los setenta!

-¿Te parecen pocos? Ea, déjate de lamentaciones: arregla tus bártulos, y en marcha.

El tono resuelto de la importuna visitante desvaneció en la anciana toda esperanza de arreglo, y disponíase a obedecerla, cuando de pronto brotó en su mente una idea luminosa.

-Si en absoluto lo exigís,… balbuceó con aparente resignación -iré a donde queráis. Mientras preparo la maleta, dispensadme el obsequio de coger algunas peras, para que las comamos amigablemente por el camino.

Cayó la muerte en el lazo. Encaramándose al árbol, llenóse los bolsillos del sabroso fruto y… cuando quiso bajar, se encontró prisionera de las ramas.

-¡Este árbol está embrujado! -gritó, bramando de coraje. -¡Condenada vieja! sácame al punto de aquí o teme mi venganza.

-¡Quiá, amiguita! -contestó, chuleándose, la Miseria -¡Tragad quina, mientras yo bailo una jota, por haber librado a la humanidad de vuestras crueles garras! Ahí os pudráis per saecula saeculorum.

LA-MUERTE.-El-peral-de-la-miseria.png-2-595x338 La muerte es un tema universal
La Muerte atrapada en el Peral de la Miseria.                                          ……………………….

Pasó una semana, y un mes, y un año. Como la Muerte no ejercía su odioso oficio, los enterradores tuvieron que abandonar el suyo, y los médicos todos, incluso los homeópatas, aprovecharon la ocasión para demostrar el alcance ilimitado de su sabiduría.

Al principio, el universal indulto había sido acogido con regocijo y entusiasmo indescriptibles; mas, no bien transcurrido medio siglo, los inmortales de ambos sexos lloraron a lágrima tendida sus funestas consecuencias.

Decrépitos, la mayor parte, y llenos de achaques, gastada su memoria, ciegos, sordos, sin gusto, tacto ni olfato, e insensibles a todo placer, vivían en perpetua agonía, en particular las mujeres, que, sobre tantas pejigueras, lamentaban otra mayor, la de haberse puesto horriblemente feas.

Llegó un día en que la tierra, materialmente pequeña para contener un número tan considerable de habitantes, no producía lo suficiente para alimentarlos, … y vino el hambre, implacable enemigo, el peor, con que, en general, tropiezan los hijos de Adán. Varones y hembras, poco menos desnudos que nuestros primeros padres, en sus mocedades, corrían despavoridos de ceca en meca, buscando un techo bajo el que guarecerse y un pedazo de pan que llevarse a la boca.

¡Y en medio de este feroz tormento, no les quedaba ni el consuelo de morir!

La existencia se hizo insoportable: los vivientes, en masa, pedían a voz en grito la Muerte, persiguiéndola con ansiedad febril.

Al fin, unos cuantos, más diligentes que los demás, la encontraron… en el peral de la Miseria.

-¡Gracias a Dios! ¡Vaya una calma! ¿Qué haces aquí?

-¿No lo véis? ¡Fastidiarme de lo lindo!

-¡Y fastidiarnos a nosotros! Bajad de prisa; os esperamos.

-Difícil me parece, si no me ayudáis.

 

LA-MUERTE.-El-peral-de-la-miseria-3 La muerte es un tema universal
Los que intentan salvar a la Muerte también quedan atrapados.                                                                                      ……………………………..

Diciendo esto tendió la mano al que estaba más próximo, quien se apresuró a tirar de ella con frenético ahínco; pero los esfuerzos de la muerte por romper su largo cautiverio, produjeron contraproducente efecto: el de atraer hacia sí al voluntarioso protector, que también quedó aprisionados entre el espeso ramaje del árbol.

-¡Valiente alfañique! Venga otro; el de mayor empuje.

Uno a uno, y por pelotones luego, intentaron todos lo propio, con idéntico resultado; de manera que, en un santiamén, ostentó triunfalmente el peral más hombres que peras.

Armóse un vocerío de mil demonios, tan enorme, que llamó la atención de la vieja propietaria, a pesar de su sordera. Arrastrándose casi, a tientas, pues con dificultad veía tres sobre un borrico, y en compañía de su perro, al que se le contaban los huesos, presentóse la Miseria en el lugar de la ocurrencia, pidiendo que le explicaran la causa de tamaño alboroto.

-No os molestéis, -dijo a los de abajo y a los de arriba, en cuanto la pusieron en autos; -sólo yo puedo libertar a la Muerte, y lo haré con sumo gusto, en obsequio a los presentes, bajo una condición.

-¿Cuál? ¡Habla, maldita bruja! -gritó furiosa la interesada.

-Que no usaréis nunca vuestro poder conmigo y ni con mi fiel compañero; que no se os volverá a ocurrir jamás darme un susto como aquel de marras.

-¡Calle! ¿Esas tenemos? ¿No piensas, infeliz, que te condenas a padecer eternamente?

-¡Hija! ¡Peor fuera no verlo! Viva la gallina y viva con su pepita.

-Trato hecho. Lo prometo; … y por testigos no ha de quedar.

-Pues bajad y despachaos a vuestro gusto.

-Descuida; por lo que he rabiado en este maldito peral, te juro enmendar pronto el daño que causaste sin saberlo. ¡Lástima grande que no pueda empezar por ti!

……………………………………………………………………

He aquí, caros lectores, por qué razón, mientras exista el globo terráqueo, subsistirá en él la Miseria.[10]

CONCLUSIÓN: La muerte es una bendición divina cuando la vejez se alarga demasiado

“Mas vale buen nombre que aceite perfumado,
y el día de la muerte que el día del nacimiento”
(Eclesiastés, 11-05-2025)

 

 

Mi visión de la muerte

En tiendo que la muerte debe ser personalizada, no aceptada con resignación. Es evidente que tenemos miedo o tenemos a morir. La muerte normal se siente como una ruptura con todo aquello que nos ata a este mundo: nuestro hogar y todos los seres queridos, toda nuestra sociedad y nuestra tierra. Y es que somos parte de todas esas circunstancias. Es como si todas es ligaciones se desgarraran. A todo ello hay que añadir ese poderoso “instinto” o inclinación hacia la supervivencia. Y todo ello produce profundo dolor en el que se va y en los que quedan.

Sin embargo, Toda esa situación se puede suavizar y ver la muerte de otra manera. Para ello, tenemos que ver nuestro cuerpo de otra manera. Y no de forma caprichosa, sino con sólida base científica. Resumo lo que ya desarrollé nen notros escritos.

Nuestro cuerpo no termina donde su piel. Nuestra piel sólo es una frontera que separa nuestro cuerpo individual de su dimensión cósmica; es decir, de su cuerpo exterior o cósmico. Es como un vestido poroso, que, a la vez, separa la materia de nuestro cuerpo personal y la materia exterior que lo rodea. Ese cuerpo personal se alimenta constantemente de esa materia exterior: la comemos, la bebemos y la respiramos. Y, constantemente, la expulsamos cuando defecamos, orinamos, sudamos o perdemos escamas.

Se trata de un círculo vital de materia que viene y se va. Nos apropiamos de ella sólo por un tiempo limitado. Una vez expulsada, puede pasar a formar el cuerpo de otras personas, que pueden ser de otra religión o ideología con sus respectivas creencias. En mi cuerpo, esa misma materia puede ser cristiana; en la de otro, musulmana, hindú o marxista. Mientras está en nuestro cuerpo individual se personaliza y recibe un nombre particular: Juan Lao Tzé, Mobutu, etc., junto con nuestro espíritu.

Además, nuestro cuerpo padece las poderosas influencias de la gravedad de nuestra Tierra, de la de nuestra hermosa Luna, de la luz del Sol, de sus radiaciones y de las radiaciones que nos llegan del lejano Universo.

Hasta aquí se trata de conocimientos científicos bien probados. A partir de aquí y basado en estos datos expongo mi creencia.

No entro en la cuestión sobre la relación espíritu-materia. Respondo a esa cuestión en mi tesis doctoral en Filosofía sobre K. Rahner[11].

Con todos estos presupuestos cambia la visión de la muerte. Ya no hay que verla como una separación de alma y el cuerpo como se ve en las distintas culturas y religiones.

Con la muerte, nuestro espíritu rompe las fronteras nuestro cuerpo y entra de lleno en su cuerpo cósmico, que es común a todos los vivos y los muertos. El amor seguirá siendo la fuerza más poderosa de todas las leyes la Creación, ya sean físicas o espirituales.

Dios lo crea todo por amor. No tiene sentido pensar que no ama la materia. La ama hasta las partículas más infinitesimales y los racimos de galaxias más gigantes. Todo es obra suya. Es absurdo pensar que pueda despreciar alguna o algo de ellas.

Según esta visión, no tiene sentido la resurrección, porque el espíritu nunca se separa de la materia. Pasa de una relación limitada a otra ilimitada.

Tampoco tiene sentido la reencarnación. Volver a un cuerpo individual para redimir las malas obras de una existencia anterior tras una inmersión en todo el mundo de la materia o Universo material no parece muy razonable.

En cualquier caso, prefiero dejar la justicia sobre nuestras obras en esta existencia terrestre en el misterio de lo que decida nuestro Creador. El sabrá cómo establecer justicia en el Más Allá.

Cielo o Infierno son imaginaciones con las que el ser humano quiere realizar ese deseo de justicia que lleva dentro. Pero se trata de un deseo profundamente enculturizado. Hasta tal punto es así que lo que es delito o pecado en una cultura o religión puede no serlo en otre; o incluso en otra puede ser virtud. Piénsese en la mentalidad del fanático terrorista o en lo que blasfemia para un musulmán radical o en lo que es el aborto para la Iglesia Católica.

Consecuentemente a esa enculturización del deseo de justicia es el hecho de que cada religión tiene su propio Paraíso Final y su Infierno ya sea provisional (Zaratustra) o eterno (cristianismo). Cada una tiene su propio Juicio Final, sus declarados inocentes y sus condenados.[12]

En  cualquier caso, creo que formará parte de la felicidad eterna en la otra vida el poder conocer más profundamente el Universo material y el Universo espiritual, así como poder reconocer a todos aquellos que estuvieron incluidos en el círculo de nuestro amor.

Por mi parte:

-Demos gracias a Dios por nuestra propia muerte mientras vivimos.

-Demos gracias a Dios por todo el dolor de los seres queridos que dejamos cuando llegue final. ¡Qué triste debe ser morir sin que nadie sienta dolor por la propia muerte!

-Fuera las visiones macabras de la muerte en la tradición cristiana occidental.

-Viva la inversión copernicana del sentido de la muerte en Jesús de Nazarez.

 

Amén 

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[1]: “El ethos de la muerte”. Rev. Thémata. Revista de Filosofía, Nº 26, 2001, pp. 85-106. Revista de Filosofía, Nº 21, 2008, pp. 139-165.

[2] Véase J. Avelino de La Pienda: 2006. Los mitos del Gran Tiempo. Filosofía del tiempo. Edit. BIBLIOTECA NUEVA. Madrid 2006. 272 pgs.

[3] Hay mitos en otras tradiciones que también presentan la muerte del ser humano como efecto de un pecado original.

[4] Este es el cristianismo anónimo que desarrollo en otro artículo.

[5] En el cristianismo tenemos el cambio de nombre cuando alguien es nombrado Papa.

[6] Los términos “esencial” y “persona”, como otros muchos, son propios de la filosofía griega en la que nos expresamos los occidentales. Estrictamente hablando, no se podrían aplicar a la filosofía negroafricana y tampoco a la egipcia.

[7] Recuérdese el Descenso a los Infiernos en otras religiones, incluido el cristianismo.

[8] En el cristianismo se da el Juicio Final personal en el que también se sopesan las buenas y malas obras y sus secuelas. En este caso, el alma que suspende el juicio es enviada a un infierno eterno. En el hinduismo se da el karma o conjunto de las buenas y malas obras, que se juzgan tras la muerte, para decidir si el alma tiene que reencarnarse o no. Tampoco en este caso tampoco existe el infierno eterno. El castigo por las malas obras está en el hecho de tener que reencarnarse y en qué forma de vida. En la doctrina de Zaratustra el equivalente al juicio de Osiris es el cruce del puente Cinvat.

[9] Federico Lara Peinado. “Estudio preliminar” al libro de los Muertos (Ani). Tecnos, 1903, p. XXX-XXXI.

[10] El texto está tomado de la revista HISPANIA, Nº. 45. (30 de diciembre de 1900).

[11] J. Avelino de La Pienda: Antropología Transcendental de K. Rahner. Una teoría del conocimiento, de la evolución y de la historia. Universidad de Oviedo. 1982, Parte II, Cap. II, pp. 249-275.v Aquí se desarrolla la idea de que no conocemos lo que es el espíritu a partir de la materia, sino al contrario. También, la de la materialidad del espíritu finito y la espiritualidad de la materia.

[12] Véase mi libro Paraísos y utopías. Una clave antropológica.  Ediciones Paraíso. Oviedo. 1996.

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